Escribe: Jesús Mojo López
Se acabo. El muchacho era llevado en una camilla, los doctores lo diagnosticaron un cáncer al corazón. Era increíble, nadie quiso creérselo del todo, pero estaba allí. El hermano mayor lo seguía mas atrás, su madre había muerto hace mucho tiempo, su padre también hace unos meses.
No sentía gran dolor aquella tarde en que iba a ser operado, cuando abrió los ojos se vio en medio de varios internos, todos vestidos de blanco, uniformemente, lo miraban con ingente extrañeza, como desconfiando de su estadía. En seguida una enfermera entro en la habitación, camino directo y sin perderlo de vista se le acerco.
- ¿Esta listo para su viaje eterno? - dijo.
Sonrió retraídamente, sin entenderlo.
Cuando el chillido de las ruedas de la camilla empezó a resonar en la habitación, varios de los internos estaban sobresaltados, todos poseían una información que no debían transmitir al muchacho. Así se lo dijeron los doctores. Al salir la camilla, el muchacho sonrió por última vez. Todo estaba en silencio, y todos miraban el techo amarillento, no lo entendían, hasta cuando una mujer que tenía los pies enyesados por una considerable fractura, murmuro:
- Pobre muchacho; morirá artificialmente.
En el pasillo, su hermano estaba sentado sobre un improvisado banquillo, no lo miro, estaba arrepentido de aquella decisión, sabia que nunca lo perdonaría. El muchacho estaba alegre, confiando en que estaba siendo conducido para la operación.
La madre nunca lo perdonaría, su hermano moría de un cáncer y él sentado esperando el final de aquel desenlace.
Cuando los doctores lo suministraron el líquido mortal, sintió un dolor en el corazón, eran los últimos latidos resonantes de su vida. Así murió sin oportunidades.
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