CUENTO: La Muerte del Padre Jamás Conocido



Escribe: Jesús Mojo López  
I
Era niño aún cuando su padre murió. Jugaba sin desesperarse, mientras su madre enloquecía sin saber bien qué hacer o qué decir.  ¿Qué había pasado? Preguntaban los demás, y ella  yendo y  viniendo sin saber todavía a dónde dirigirse, ¿Y Huguito, que pasaría ahora con él?, no lo sé; y él, inocente empeñado en lograr el mejor artificio con sus juguetes, ¿Era preciso decírselo  que su padre había muerto?, nadie sabía responder; rápido Huguito rápido a la habitación, que no se enterara de nada, el féretro ya llegaría.
Están trayendo una caja negra; contemplaba el niño mirando desde la ventana, sonriéndose como si aquello fuera un acontecimiento natural, cuatro hombres cargando en hombros, pero no sabía, ¿Qué era eso de morirse? Se preguntaría si se lo hubieran dicho, era niño, tal vez un regalo o tal vez un objeto nuevo en casa, su mirada inocente denotaba un misterio de absurdidad.    
II
 ¿Dónde estabas  Ricardo? Bebiendo y fumando cigarrillos, eso te había acelerado la vida, empezaste a volverte histérico y nadie soportaba tus coartadas.  Nos hablaste mil veces de Roxana, la mujer que conociste y que siempre te fue fiel, pero tú nunca confiaste en ella, y por eso  ¿quién  pensaría  que acabarías golpeándola cuando decías amarla en el círculo de amigos?, nadie, nadie,  la golpeaste y ella seguía a tu lado,  la volviste a golpear y ella una vez más te perdonaría,  ¿y si no?,  ya aceptaría; en el fondo la querías bastante y ella lo mismo, con un beso arreglabas las riñas de siempre, te quiero corazón, y de nuevo abrazaditos; y ellos, vamos hermano, adelante, dándote una palmadita; en tu juventud eras estudioso y sabias de política, eso te hacia interesante, vamos, tu defenderías a los pobres además eras experto hablando en público; hasta que un día te convencieron.
III
Todos lloraban. Si había gente reunida es que habría alguna fiestita, eso pensaba, y allí todos reían, pero,  ahora no;  ¿es raro? Pensó, ensimismándose. Mamá estaba llorando, y era la que más lloraba; iba caminando de un lado a otro en la habitación, definitivamente algo andaba mal, tengo 5 años  se dijo, quizá haya cosas que no entiendo a mi edad, trato de pensar, lanzo sus juguetes a un lado y se dispuso a encontrar una razón sentado sobre el catre, ¿qué pasaría si mamá estuviera mal? o ¿qué pasaría si algo malo hubiese sucedido?, mamá lloraba cuando escuchaba alguna mala noticia recordó. Cuando volvió a asomarse advirtió también que por la mejilla de los hombres discurrían gruesas lágrimas. ¡Los hombres no lloran! Le habían dicho desde siempre, y su abuelita, son macanas que los hombres no lloran, aquí lloramos todos, gritamos, moqueamos, chillamos y maldecimos. 
IV
 ¿Quién pensaría que acabarías así cuando hablabas de tus planes revolucionarios? de niño hiciste una huelga de hambre en la escuela, solo porque supiste que había hambrientos en el mundo, acabaste mal.  Hasta que un día te lanzaste en plena plaza cuando había miles de personas arengando contra el Estado; con un discurso emotivo los convenciste a marchar por las calles reivindicando sus derechos: Que el gobierno tuviera un rostro humano, Que el Estado llegara al pueblo, Que el costo de vida era elevada, Que los pobres se morían de hambre,  y ellos ¡bravo! ¡bravo! y nunca más fuiste un desconocido; disfrutabas de tu fama, saludos por aquí saludos por allá, hola hermano, que planes Ricardo, ¿qué harías ahora?, y tú, momento momento ¿Cómo que haríamos? estábamos luchando por cambiarlo todo, porque todo estaba mal, y ellos, es verdad hermano; te apoyaban sin contradicciones.
Un día exploto la huelga en la fábrica de cemento porque un grupo de trabajadores habían sido despedidos; saliste volando, agarrando tu chullo y tu chaleco gris; cuando llegaste, había un desorden y un bullicio generalizado, de inmediato había que hacer un discurso pensaste; en quince minutos te subiste a un pequeño estrado improvisado y desde allí:
-       ¡Camaradas! Nuestros hermanos trabajadores han sido despedidos por que hay una crisis, y esa crisis es capitalista, el pueblo no tiene por qué tocarse el bolsillo cuando hay una crisis capitalista, que la crisis la paguen los capitalistas….
Te escuchaban fascinados y todos estaban absortos de tus palabras.
Esa misma tarde llegaron los policías disparando sin respetar a nadie, te capturaron, no querían matarte, era previsible; te llevaron a empujones, golpeándote el lomo,  pero no dejaste que hicieran eso contigo, tenías una piedra en el bolsillo y descargaste sobre el rostro de un policía; ¡vamos, vamos carajo!, te decían, morirás como perro seguían profiriendo; pensaste que te matarían en un lugar lejano y te enterrarían y nunca mas tu cuerpo aparecería. Cuando llegaste a la comisaria un grupo de trabajadores pedían airadamente tu liberación, ¡Libertad! ¡Libertad! gritaban, y en seguida había orden para que fueran baleados.
En el juicio final:
- ¡Tenemos derechos! –.Repetías en las varias audiencias -. ¿Ustedes sabrán algo de derecho? O serán simples títeres de la ley.  Han pasado más de 60 años de la declaración de los derechos humanos, y hasta ahora el derecho no tiene rostro humano. En las calles los policías matan a golpes a los que se expresan en contra del gobierno, en la cárceles somos castigados como perros, los pobres nos morimos de hambre como bestias de carga, hay seres humanos que todavía no saben que tienen el derecho a hablar, gritar y reclamar; a lo mucho saben que tienen el derecho a nacer y morir en la miseria, saben que tiene el derecho a no hablar. Hay un mundo que ganar por delante, ese mundo la lograran los miles de jóvenes esperanzados en una mañana diferente, ya se les ve furiosos contra el poder que me condena.  Sentenciarme a cadena perpetua es una total injusticia.
Los jueces se habían quedado inmutados. El hombre será sentenciado a cadena perpetua acordaron los jueces; no hay lógica, pensaste de inmediato, golpear a un policía que dispara a matar no era para tanto, pero ¿Qué se podía hacer? La ley era la ley y la decisión estaba tomada.
Nunca más encabezarías huelgas, nunca más te dirigirías a los trabajadores, ahora el resto de tus días las pasarías encerrado bajo esas cuatro paredes. Llorabas en las noches mientras los otros reos dormían; venían a visitarte y qué contento te sentías, venían trabajadores, venían amigos, la esposa embarazada, y llegaban con una sonrisa y un regalito.
Al poco tiempo nació tu hijo, ese hijo que tanto anhelaste y que sólo lo viste el día en que nació  y que luego nunca más pudiste verlo, en realidad no habría de acordarse de ti, lo viste crecer solo en fotos y cuan alegre te sentías al verlo.  
Días van días vienen, qué trágico dolor sentirías el estar ahí, encerrado hasta la muerte, algún día saldré pensabas de cuando en cuando dándote un aliento.  
El día que supieron que te habías puesto enfermo y que la enfermedad era un cáncer terminal, todos tus amigos te rodearon esperando el último suspiro, los miraste con alegría, sabias que morirías y ellos también, por eso estaban tristes, aunque hubieras querido decirles que no estuvieran así, no pudiste.
V
¿Es raro que todos estén llorando? cavila nuevamente. Se dispuso a bajar lentamente sin que nadie lo advirtiera; en la tarde le habían traído caramelos y juguetes, pensando que se distraería; pero él era travieso, quería saber, qué pasaba, porque tanto llanto, porque lloraban. Es niño aun no lo entenderá, no le digan nada,  había sentenciado la abuelita, claro señora, habían dicho los ayudantes, no se lo diremos.
Bajo lentamente las gradas sin hacer mucho ruido; pego las orejas al otro lado de la puerta y escucho la conversación de dos señoras: Pobre niño, nunca conoció a su padre y ahora que está muerto, nunca lo conocerá. Y él, quedose inmutado.    
     

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