Escribe: Jesús Mojo López
El tiempo emergió en sus rocas construyendo sus paredes, emergió la lluvia en el poderío de sus rocas y las nubes vuelan observando hipnotizadas sus paredes. Allí tal vez se inmutaron los piejos pedestales del espacio que siempre, siempre pasan sin advertir de las sencillas cosas. El hacedor de sus construcciones no fueron, felizmente, las sencillas manos del hombre, sino otros, otros hacedores milenarios que con paciencia construyeron una a una sus figuras mágicas. El tiempo pasara y quedaremos viejos, pero este bosque de perpetuidad adquiere cada mañana su cuerpo joven y provoca al tiempo con su inmortalidad; no envejece como los seres mortales sino rejuvenece como las flores en cada primavera. Para pensarte basta nombrarte y escribirte desde lejos aunque en realidad no este observándote y mirándote como te mira ahora aquel pájaro que sobrevuela tus recónditos espacios; no se encantara mis ojos si no puedo verte una vez más, y que delirio no vivir en tus cumbres, en tus rocas, en tus paredes, y como no querer observar la pintura natural que rocían las aves en tus paredes, y como no soñar con la escultura que construyen día a día en comunión el viento y la lluvia. Yo me voy, estoy pensando en el agua de tus ríos y beber como se beben aquí las aguas; estoy pensando en cuándo nos volveremos a ver como se ven los enamorados o como se ven la madre y el hijo que nunca nació, yo me voy Tinajani, advierto tu alegría desde lejos y yo estoy triste, aunque siempre estoy triste. Adiós.
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