Por ese tiempo todavía eran niños. Jugaban futbol, canicas, trompos, a la guerra, a la gallinita ciega; y entre ellos había acaloradas discusiones solo porque alguien había trampeado en el juego o alguien tenia desgano al jugar.
Llegaban a la escuela jugando y, se iban también jugando; en medio de la carretera se la pasaban jugando hasta el atardecer, los padres venían con zurriago en mano y ellos corrían atemorizados en todas las direcciones, cogiendo una mochila cualquiera, al llegar a casa, mamá los regañaban porque habianse traído una mochila ajena, y al día siguiente a devolverlas, bromeando en medio del salón, y el profesor otra vez con sus aburridos sermones. Otros se quedaban dormidos en clases, solo un jalón del compañero vecino los despertaba anunciando el recreo.
En esos años todos eran inteligentes, tenían una creatividad abrumadora, algunos hacían preguntas que ponían en apuros al maestro. Eran juguetones y traviesos, se metían en la arboleda, robaban algunas manzanas y corrían sin descanso riendo y masticando lo robado.
Llegaba el grave invierno y todos estaban abrigados, con chalinas y chullos, las madres los enviaban a clases con todas las precauciones, y ellos parecían una bolitas de ropas andantes, pequeñitos como eran niños. Por ese mismo tiempo no conocían televisión, apenas la radio y en ella se enteraban de las noticias. Hubo una temporada en que supieron de un programa de televisión, un niño venido de la ciudad se los había contado y ellos empezaron a llamarse: Chavo, Quiko, Don Ramón, Ñoño, Jirafa, Bruja del 70; y se reían alocadamente. Luego llego la noticia de un tal Goku y todos con esa fiebre del Kame Kame Kaaaaa…
En la escuela lo único que importaba era ser niño. Se la pasaban jugando mañana y tarde; era sabido, cada año había temporadas para cada juego, empezaban con las chapas, luego venia la temporada de las canicas; a medio año era los tejos, después venia la temporada de los trompos y así jugando y jugando los años pasaban sin que ellos pudieran advertirlo.
Llegaba la primavera y ellos tras las mariposas, corriendo hasta el cansancio, hasta atraparlas, con sus gorritos en mano. Había días en que atrapaban mariposas extrañas, ellos los observaban minuciosamente, con lupa en mano, miraban sus minuciosas antenas, los curiosos colores que se combinaban en sus alas, y luego a llevarla donde el profesor.
Cuando llegaba noviembre era siempre triste. Ellos sabían que eran últimos días del año escolar. Llegaba el diciembre y su navidad, y ellos cuánto añoraban un juguete; un carrito, una muñeca, una pelota, una bicicleta, un barquito. Pero la economía de los padres era siempre limitada, y nada de eso habría, un año más sin juguetes y sin nada. Pero eso no impediría que ellos no tuvieran un juguete en navidad, agarraban algunas tablas, algunas tapas de gaseosa, la moldeaban a punta de clavos y martillos y la amasaban con la levadura de sus ilusiones; al final tenían también un carrito que jalar en navidad, un dulce esperanza de niño que transmitir.
Escribe: Jesús Mojo López
1 comentarios:
hola jesus felicitacione spor esta trabajo esta lindo. aatt. paole
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